Conocidos

(Esta entrada la escribí hace ya una semana o mas, de modo que los "hoyes" y los "ayeres" que trajiné, no se adecúan a los del calendario)




Estos días, en la Barcelona que habito, además del fumar, del trabajar, del prohibir y de las cosas de siempre, se oye hablar de Ferran Mascarell ( El nuevo Conseller de Cultura de la Generalitat de Catalunya, que ha accedido al puesto en un gobierno de CIU, después de dejar el PSC) aunque hoy mismo, el Mascarell, habrá sido desbancado de las conversaciones de café, -en la Barcelona que habito y en Catalunya entera-, por Felip Puig ( el Conseller de Interior, nacido y criado en CIU) que nada mas pisar poder, se ha cargado el Departamento de Violencia de Género. Ellos son así. Ya se lo adelantó Mas a Herrera, de Iniciativa per Catalunya: "En cuanto llegue a la presidencia, me voy a cargar, una por una, todas las políticas sociales que usted y los suyos han tirado adelante."

Transcribo de memoria y de la memoria, porque lo oí en la tele, en un debate pre-electoral y no tuve el reflejo de grabarlo, aunque mi mundo entero se inundó de un sentimiento agrio que no me es desconocido; hijo del atavismo crepuscular pleistocénico del senyor Esteve, que según que estevets/etas necesitan para ser, afirmándose ( y tambaleándose) en la duda interna que les suscita ver cómo los currantes, los xarnegos, los de la rauxa y los de la periferia, son capaces de avanzar a pesar de todo.

Este tema daría para otra entrada.

Es lo que tiene mentar a los políticos; "del cielo te caen los clavos" y te distraen la intención. En cualquier caso, no me he ido muy lejos de lo que quería contar.

Hace unos días, en una reunión informal de entre fiestas navideñas, donde había peña del "mundillo" musical, del literario, de la costura y de la postura, dije, a raíz de una charla abierta, que me caía bien ( em cau bé el Mascarell) Ferran Mascarell y casi me tiran al fuego. No todos, pero mas de uno hizo el amago. El mas atrevido, fue un tipo con el que nunca he compartido mesa, que acercándose a mi, casi susurrándome al oído, me espetó; -agravando la voz, casi entristeciéndola: "Cuando dices estas cosas, no te reconozco".

La respuesta iba implícita en su propia afirmación. No me reconocía porque no me conoce. La obviedad le sulfuró aun mas.

Ver que de repente y por una mera opinión, pasas a ser tan importante para alguien a quién por la calle saludas con un golpe de cabeza al aire, no deja de ser toda una sorpresa. Una prepotencia muy grande la suya.

Aún así, calmé sus ansias y le aseguré que no es ni será por mí por quién Núria Feliu ya está haciendo vudú con pinzas de tender la ropa.

Es bonito saber leer entre líneas, pero debe ser muy cansino estar todo el rato buscando patas al gato: "Que no, Magda, que no te reconozco diciendo esto", siguió diciendo.

Parecía que el tipo quería que le clavara una tachuela de la chupa de cuero que guardo en el armario, pero no estaba para saciar "autenticidades" que ni me creo ni me importan.

"No te reconozco." Una aseveración para el inmovilismo mas atroz.

De vuelta a casa, iba pensando a quién y en qué ocasión le podría largar yo una frase cómo la que había encajado. A alguien de mi máxima confianza, no; por qué, por poco que estés atenta a quién tienes alrededor, siempre te sorprenden. Anular la capacidad de sorpresa hacia los demás es una falta de respeto, cuando no un prejuicio, que es la misma forma de reduccionismo de almas ajenas y propias.

Sólo se me ocurría poder lanzar un peso tan grande en casos de alto contenido dramático.

Invento: Al encontrarme a un amigo en plena calle sosteniendo un cuchillo ensangrentado y rodeado de policías. "Tío, tan manchado de rojo no te reconozco". "Me cuesta reconocerte en esta situación." "Por cierto ¿Te cae bien Mascarell?"

Dándole vueltas a la maldita frase; -el camino era largo y lo hice andando-, llegué a darme de bruces con la formulación contraria de la misma, igual de anormal y no por ello menos frecuente: "No te conozco" ( dicho a alguien con quién te relacionas) o lo que es lo mismo: "Te conozco mucho", dos conclusiones que desembocan en el mar de la impotencia: "Eres así y no hay nada qué hacer."

Estas máximas se dan mucho en el apareamiento humano y no sólo en el erótico. Se dan en las relaciones que no avanzan, ni se van a enredar cómo la hiedra en el muro ( grandiosa María Elena Walsh) y llenan las canciones, los poemas de amor, de desamor, de vecindad, de odio, de traición, de "ya no seré tu amiga, cara de papilla" y de descontento hacia el otro en general.

Así que puse la llave en el cerrojo, sonó el móvil y cómo no me gusta hacer estas dos cosas a la vez; ya que es el momento que espera la perra para salir a la calle ("con el bolso de piel marrón" de las caninas que huelen macho) cogí el móvil.

En el mismo momento en que estaba diciendo: "Llámame en dos minutos", se abrió la puerta del piso por dentro, se oyó un pequeño grito, un par de ladridos y la maldita frase: "Quin susto, no et coneixia."

Era mi hija que iba a pasear a la perra. Júlia llevaba puesta una chaqueta de cuero con tachuelas.

Le dije: Cuidado, no se las claves a nadie".

Me respondió: "Nunca se sabe, en la noche hay mucho desconocido."






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