Cancioncilla

De nosotros se sabrá por los libros de primaria, por asombro de calígrafos y por los monos abrigados, que debajo las palmeras, aunque luzca un sol radiante, esperan por Antequera.

De nosotros, vida mía, harán cinco enciclopedias, una para cada día, menos dos que serán fiesta. Y va andando la semana, con tu espalda en mi retina. Una imagen detenida. El diablo en las cavernas. Dime si lo conocías. O mejor no digas nada. Del volcán donde te pierdes, de la lava y la sonrisa, solo puedo sentir celos. Plántalos en mi mejilla. Si el impulso lo detienes, el sombrero en tu cabeza, quedará eternamente cómo un hongo alucinógeno que no sabe pirotecnia. Los tejados, vida mía, los tejados, duermen siesta. No te vayas muy arriba, que el abajo te la lía. Cuando caigas sin almohada hasta el techo que se gira.

De nosotros se sabrá, tan viejunos, tan modernos, tan incapaces de andar. Cogiditos de la mano y uniendo los caminos, seríamos la libertad aunque verte me de miedo. El pavor en los demás. Por torpes nos echarán de una entrada de manual. Del libro de los amantes cuando cayó Portugal en el reino de los quince. Si te toco la nariz ya pareces no estar triste. Pantalla de ordenador, sin ti no sería nada, ni sería de los dos. Muévete cuando te rasca.

De nosotros se dirá que fuimos cómo un ciclón en un fregadero amigo. En el fango del adiós, hoy distingo hasta el vinagre. Lo diezmado tiene vida y hay pureza en las aristas. Donde curan la madera, nos sanarían la vista. Por vernos bajo la luna con una copa en la mano, el cadáver de una ardilla se caería de un árbol.

De nosotros se sabrá por qué las cosas se saben y quién lo quiera entender que dibuje una sonrisa donde yo pongo las manos ocultando el desperfecto de unos dientes que por ti, serían marfil y riña. No me hagas hablar más. El charquito del amor, te lo pinto color rosa, pero dame un apretón y a volar las mariposas.

De nosotros se sabrá por mucho que te contraigas. Si nos quedamos virtud, ya todas tus mañanitas, por muy jocosas que sean, serán noches encerradas. Ni te cuento de la mías. En los versos del amor, el escorpión también pica. Pellizcos en devoción y la luciérnaga herida.

De nosotros se sabrá por un pasado muy ducho. Si yo odiaba obedecer (1) tú eras de las truchas, trucho. Este pescadito azul que nos guarda las arterias de una posible explosión. La metralla nos contiene mientras comemos despojos. Quién lo iba a imaginar, acabar en ancho amar y en la piscifactoría y no en el Chelsea Hotel. En un teatro de Reus yo vi una luz divina.

Dime si quieres venir hasta el día en que unos brazos se conviertan en umbrales de una semilla de vida. Conjuro tu corazón sin olvidar los relámpagos que brotan de tu cabeza. Mándalos a pasear y llámame para quedar. Un sms tranquilo donde ponerme a llorar. Los acentos dan igual. Con todos los que no usas, haremos un largo hilo. Energías renovables donde poder enchufar, -los dedos cuando se acabe-, el destello que me das.

De nosotros se sabrá por ser meros aprendices en una gran muchedumbre. Dos barquitos de papel en un desierto de arena. El oasis eres tú, pero sólo en mi cabeza.



(1) Odio obedecer, título del libro de Xavi Mercadé. El fotógrafo de la Barcelona punk. Ya a la venta.

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