¿Qué marcha?


Quizás no es tanto así pero necesito decirlo. Decirnos que estamos dormidos como marmotas de afilados dientes en perpetuo estado de duermevela. Que la matemática de la solidaridad no es nuestra y, sin embargo, la requerimos.  
Decirnos que decimos querer  sumarnos los unos a los otros con vocación de abrazo pero no somos más que los supervivientes de babel, corriendo a  buscar un lugar donde ponernos a sacar el polvo a lo poco que nos queda. Los objetos ya no nos dan la bienvenida, pero el amor tampoco. Llamadlo como queráis o sigamos haciendo del muro del face la ineficacia de todos los muros del mundo. Plegarias, buenos propósitos, amor a los animales, convocatorias, gritos y apenas si percibimos el verdadero dolor del amigo. Un muro es un correo o contiene a los que están a  cada lado. A las piedras hay que darles la funcionalidad del movimiento. Cantos rodando o pedazos de cráneo entre sus surcos.
Por fin llegan los mineros con luces sobre la frente. Nos adherimos a ellos con la necesidad y la reverencia de los niños. Oh, padre, sálvame. Tú puedes porque eres fuerte.
La calma no ha de llegar. No todavía. Hemos de reinventarnos en multitud  o seguiremos almacenando impotencia y certeza. Las dos cosas son peligrosas, la impotencia deshace estrellas y  la certeza personal pretende fijar nuevos ejes sobre una tierra que tiene uno y andando. Desanclarse para anclarse. Cuestionarse para luchar. ¿A qué tenemos miedo? Lo que más nos insulta es estar solos en un momento así.
La historia se está riendo de nosotros, y mira qué nos creemos listos, riéndonos de la historia con chistes de corazones agrios.
Quizás no es tanto así o es peor, pero necesitaba decirlo.
Me voy a la concentración en solidaridad con la Marcha Negra. Salud!

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